lunes, 19 de mayo de 2014

El Valle.

La mayor de las comodidades es la paz. Eso tenía aquel valle rodeado de bosques de todos los verdes. La primera vez que estuve ahí, la brisa iba y venía de un lugar a otro refrescándolo todo y llevando el olor de las muchas flores del valle. Era como si aquel lugar fuera el hogar de la primavera que danzaba al ritmo de las mariposas. Más arriba volaban las golondrinas, que siempre me causan mucha gracia, pues me parecen espíritus de niños jugando con el viento. Ahí, todo parecía estar en la medida justa y buena. 

Tres arroyos cruzaban el valle; eran pequeños, tan así, que podías cruzarlos de un salto. En un extremo del valle, había grandes rocas que al subirlas te daban una vista maravillosa de aquel lugar. Ahí esperé la noche esa vez y me vi sorprendido cuando aparecieron las estrellas arriba y las luciérnagas abajo, convirtiendo aquel valle en un sueño mágico.

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