Ayer visité los cementerios de Santa Elena y San Benito para observar la tradición. La gente va a los cementerios a conectarse de nuevo con sus seres queridos, al ver las tumbas se entristecen, algunos meditabundos, otros les hablan o charlan en familia frente a la tumba como si se tratara de una reunión familiar donde se incluye al ser querido que se fue; tocan las lápidas con cariño, limpian la tumba, la pintan de vivos colores, como si fueran cuidados directamente al fallecido o fallecida.
Una de las tumbas del cementerio de Santa Elena captó mi atención y publico una foto de ella. Estaba cubierta de manos de varios tamaños. Cuando pasas por esa tumba sientes como si fueran las manos de sus seres queridos las que están impresas en ella, probablemente así sea, porque normalmente este trabajo no se manda a hacer, sino que lo hacen los familiares como una muestra de amor.
El cementerio es un lugar donde hay muchas historias que contar, muy pocas de miedo, la mayoría, sobre la vida de los seres queridos que se han ido.
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