Y ahí estaba aquel millonario, recostado en su sillón, deseando una vida sencilla donde no tuviera tantos requisitos sociales que llenar. Deseando deshacerse de la reputación de su familia que le obligaba a comportarse de la manera que los demás esperaban, pero jamás como un hombre libre.
Siempre soñó con ser jardinero, pero su padre decidió que debía ser un empresario exitoso, sí, de esos pobres personajes que es normal que vivan preocupados por dinero.
Ahí, en ese sillón, se dio cuenta de que no era libre y algo peor, se dio cuenta de que no era feliz.
Tardó un momento entristecido y de pronto una idea iluminó su rostro mientras le hacía sonreír; sí, rompería las reglas, se dedicaría a vivir su sueño. Corrió a una tienda de jardinería, ¡con qué gusto tomó una pequeña pala en sus manos! y con el rostro de ilusión de un niño le dijo al tendero: ¡Me la llevo! y así compró otras herramientas.
Ese día, en medio de la gente, caminaba con mucha energía un hombre feliz que estaba viviendo su sueño.
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