Aunque no me consta tu Independencia Patria mía, creo en tí.
Creo en tu desarrollo pero no como una imitación de Estados Unidos o Europa, aunque a tus hijos les han enseñado a memorizar que ese es el camino. Creo que te puedes inventar un futuro donde no debas usar saco y corbata, sino tus coloridos trajes símbolo de la primavera, de la alegría, porque así es tu gente, acostumbrada a sonreír aunque muchas veces las cosas no marchen bien, siempre encuentran una excusa para bromear, para compartir, para sonreír; una herencia de los pueblos de Mesoamérica. Esa forma de ver la vida no vino con el español; no, el español trajo la gran codicia e inculcó, que por oro valía la pena cruzar el oceáno, que por oro valía la pena esclavizar y matar. Y esa idea aún sobrevive, en un lugar que a muchos de tus hijos les sorprenderá, tus Universidades.
Creo en tí Patria mía y en la historia milenaria de tu pueblo, una historia que corre por sus venas aunque muchas veces no se es consciente de ello. Una historia envuelta con cariño en las hojas de un tamal, si, un tamal, aunque a tu pueblo le han enseñado que es inferior a la pizza y la hamburguesa, como también le han dicho que hablar Q'eqchi', Kaqchiquel, Quiché, Ixil o cualquiera de tus idiomas es motivo de vergüenza. Así tu pueblo ha aprendido a avergonzarse de su maravillosa herencia cultural, a avergonzarse de sí mismo.
Pero en tu tierra, como matas de maíz, crecen nuevas mentes y llegará el día en que te llevarán por un camino nunca caminado, entonces Patria mía, celebrarás todos los días tu Independencia.
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